hombre sencillo, de aquellos que encuentran su paz en los pequeños detalles que otros suelen pasar por alto. No buscaba el aplauso ni la admiración de los demás, pues su corazón latía al ritmo de algo mucho más profundo: el amor incondicional por la vida misma.
Sus ojos brillaban al mirar el cielo despejado, como si cada nube, cada estrella, le contara un secreto antiguo. A veces se detenía en medio de su jornada, solo para escuchar el canto de un ave o el susurro del viento entre las hojas. No necesitaba nada más que el aire fresco y la compañía de la tierra para sentirse en casa.