De la noche, ya no busco nada,
de la mañana: su aroma y su fragancia,
de la tarde: su serena vagancia,
y de ti, tu luz abandonada,
andas sola por ahí, lejos de mí,
acompañada tan sólo por un pequeño consuelo,
el de tener la voz apagada,
en espejos del árbol quebrado,
sin tapiz de ramas.