La manera tan femenina de comportarnos, la distinción con la que caminamos, el destello de nuestros ojos y la perfecta combinación de la ropa, hacen que todos los que nos ven al pasar, volteen hacia nosotras su Mirada.Una elegancia poseída desde el fondo de mi misma. Podría decirse que soy una fascinante dualidad de habla y silencio; opacidad y transparencia; interioridad y exterioridad, moda y prudencia. Todo eso me hace elegante, misteriosa y atractiva a los ojos de los demás.
Por eso la elegancia que aquí me refiero es esa que se cultiva desde el fondo de una misma y a medida en que perdemos la frescura de nuestra juventud, hace que aflore una belleza más auténtica, más serena, más elegante y más verdadera.
Vivir el pudor como valor, es la decisión que hace cada mujer a mantener cubierto lo que no debe ser mostrado, a callar lo que no debe ser dicho, a reservar a su verdadero dueño el don y el secreto que no deben ser comunicados más que a aquel a quien uno ama. Amar, no se olvide, es donar la propia intimidad